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Channel: El blog de Anita
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20 de mayo

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Tal día como hoy de hace siete años entré a trabajar en un Juzgado por primera vez. Hacía menos de veinticuatro horas que había aterrizado en África y sólo tres días que había recibido la noticia de que había una plaza para mí. Estaba entusiasmada, recuerdo que metí en una maleta de cabina  varios vestidos y tres pares de zapatos planos que había comprado el fin de semana para mi inminente traslado. Entonces jamás llevaba tacones.

Aterricé en Melilla y le dije al taxista que me llevase a la residencia de estudiantes y deportistas. Yo llevaba el pelo corto cortísimo y de un rubio platino nada amarillento que me fascinaba y arruinaba a partes iguales. Al lado de los habitantes del África española mi piel era de color transparente y todo el mundo me miraba con curiosidad, o eso me parecía a mí.

Recuerdo que nada más llegar me conecté en la sala de ordenadores a escribir unos emails, entonces no teníamos ipads ni iphones, y el primer día no comí, los nervios me habían dejado sin hambre. También recuerdo como si fuera ayer que aquella semana dormí cada día una siesta de tres horas, no sabía si era el clima o la altitud pero estaba con la tensión por los suelos.

La Melilla en la que viví mis primeros cuatro meses no se parece en nada a la Melilla en la que luego  me conocisteis y que es la que ahora recuerdo, es algo así como si hubiera sido otro sitio, otra ciudad y otro viaje y me produce mucha nostalgia. Hice otras amigas y un novio distinto del que que luego tendría y ahora conocéis. Todo era nuevo y veía la ciudad con unos ojos diferentes a esos con los que lo miraría todo después. 

En mi primer Juzgado tenía vistas al mar, trabajaba de nueve a dos y cobraba una pasta. Y estaba rodeada de gente que, en la misma situación, no paraba de quejarse. Yo era feliz y pese a no tener ni idea del trabajo solventé todas mis dudas con un poco de ayuda y una ley de enjuiciamiento civil que llevaba siempre debajo del brazo de la misma forma que las señoras llevan el monedero en el mercado. "La de la ley", me llamaban.

Los casi tres años que estuve en Melilla di muchas vueltas, pasé por dos juzgados y cuatro pisos y mi vida cambió otras tantas veces, incluyendo que aprobé la oposición y conocí a Mr. Mus. Fueron los tres años más largos que he vivido y hoy cuando he visto la fecha me he emocionado porque irme a Melilla fue sin ninguna duda la mejor cosa que hice nunca, el gran hito que cambió mi existencia para siempre.

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